Si… Empecé mi viaje con algo de miedo porque la sociedad tiende a hablar de ciertos países o culturas sin realmente conocer. Creo que la televisión hace mucho daño a las personas y sobretodo, eso implica que mucha gente decida no viajar a algunos de los países de los que oye que hay guerras o bien la cultura es tan distinta, que no entienden que pueden haber realidades diferentes.
Aquel día de marzo, después de preparar la moto aquella misma mañana, prácticamente sin saber si me dejaba algo o no, todo estaba entre montones de cajas y por los suelos, justo me esperaba una mudanza y en medio de ella me voy de viaje, más caótico no podía ser. Así que después de intentar montar alforjas sin éxito, fue cuando decidí que los más práctico iba a ser llevarme las maletas rígidas, también iría más relajada por el tema de los hurtos.
Creía que lo tenía todo, y me despedí. No os voy a mentir, un simple «Quédate» bastaría para anular mi viaje, pero esto no ocurrió, y ahora me alegro mucho de ello.
Después de tan solos 40 km y muchos sentimientos mezclados que me hicieron saltar las lágrimas en varias ocasiones, me di cuenta que me había dejado la toma de mechero para la moto, era una cosa imprescindible para el compresor, por si pinchaba, y para cargar el móvil, a pesar de que tenia una toma de usb en el soporte del móvil. Esto hizo aún más duro el viaje, una segunda despedida. Breve y fría, así fue, porque era demasiado tarde y sino no llegaría a un hotel que había reservado en la ciudad de Estepona.
Que os voy a contar, una jornada de autopistas, nacionales y incluso algún peaje, todo un aburrimiento en la carretera. 12 horas tenía por delante para ser exactos y debía ir a toda bala, aun que a la mitad del recorrido mi muñeca sufría las primeras consecuencias del acelerador. La música me acompañaba, un poco de bachata, de pop e incluso alguna instrumental de piano que me ayudaban a olvidarme de los km de que quedaban por recorrer.
Durante el viaje, un instagramer llamado rider_83 y yo, estuvimos conversando porque casualmente el subía hacia el norte y yo descendía al sur, esto de las redes sociales, que a través de las historias puedes saber el recorrido de alguien. De manera muy improvisada, decidimos quedar parar a tomar un café y ponernos cara e intercambiar pegatinas, cosas del directo, nos teníamos que cruzar si o sí por la misma autopista. Después de una grata charla continué mi viaje pero no recordé algo muy importante que me esperaba nada más entrar en la ciudad de Estepona: la procesión.
Era jueves santo, y como yo tengo el santo en el cielo, no lo recordaba! Así que nada, para colmo, tuve que aparcar la moto como a 1km del hotel. Eran las 12 de la noche, estaba cansada, con dolor de espalda y la mano del acelerador ya no funcionaba bien, y por si faltaba algo, todo el centro cortado por la procesión y lleno de gente; solo deseaba poder dormir aquella noche…
No duré mucho despierta y después de comerme un paquete de jamón serrano, que eso levanta el alma a cualquiera, me duche y me acosté. Me esperaba madrugar para ir en busca del barco que me llevaría a mi entrépida y fascinante aventura.
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