Aquella noche no dormí. No se si la causa del insomnio fueron los nervios del viaje, el ruido nocturno de la calle o quizás todos aquellos «ten mucho cuidado» que me dijeron tantas veces… Desperté, desayuné y cogí rumbo a Algeciras!
A tan solo una hora y quince minutos tenía el puerto dónde me esperaba el barco. Al llegar hice el trámite de papeles y me fui a embarcar bajo la lluvia. Justo empezó a llover, eso es bueno no? Dicen que lluvia trae buena suerte, no se si en los viajes también, pero así lo creí.
Subí al barco y vi como amarraron la moto con unas cintas enormes, justo en la puerta del barco, eso me indicaba que sería la primera en bajar de allí.
Durante el barco conocí a una familia muy simpática que me ayudaron a hacer los papeles de inmigración y a sellar el pasaporte. Me estuvieron hablando de lo fantástico que era Marruecos, de los lugares que debía visitar y dónde debía tener cuidado. La verdad, les estoy muy agradecida porque me sirvió de mucho todos los consejos que me dieron y la amabilidad con la que me ayudaron a saber todo lo que tenia que hacer. La travesía era de solo 2 horas, eso me daba poco que hacer pero la aventura ya había empezado.
Al llegar allí, me despedí de la familia y bajé a buscar la moto al parking del barco. Me dijeron que tuviera cuidado, llovía muchísimo. Así con todo el cuidado del mundo salí y me dirigí a la aduana Marroquí, el papeleo aún no había terminado, me esperaba lo pero; la família del barco me avisó que tuviera paciencia y que lo rellenase todo correctamente.
Después de 2 horas, bajo la lluvia, calada de agua no se como y con el papel en mano, arranqué. Ese papel era vital para poder salir de nuevo por la aduana, un papel que ya empezaba a desintegrarse de lo empapado que había quedado. De nuevo volví a tener internet porque compré una tarjeta sim y cambié unos cuantos euros por dirhams. En cierto modo pensé que no debía estar allí, y menos sola, con todo mojado, todo lo que me habían dicho y la que caía… Se me puso el alma del mismo color que el cielo: gris.
Llovía a ratos con intensidad y otros era el viento que deslizaba la moto por la carretera, la mala conducción y la gente andando en plena autopista… Y decidí que no era el día para llegar a Chouen, era más sensato parar a pesar de ser primera hora de la tarde porque la carretera tenía un palmo de agua, el neumático que llevaba se deslizaba constantemente y el agua que había calado dentro me provocaría un resfriado… Tan solo había empezado el viaje! Debía de parar, descansar, secar la ropa y continuar al día siguiente.
Decidí pararme en una área de servicio y buscar hotel. Y así fue, me dirigí al hotel que me parecía cercano y que tenía buena pinta y con parking cerrado. Tuve que negociar el precio, pero era razonable con cena y desayuno. Subí a la habitación y tendí toda la ropa por la habitación y me puse a secar lo que pude delante de la bomba de calor para que al día siguiente estuviera todo medianamente no mojado para poder ir más cómoda, al final era una de las cosas por las que decidí parar. Me duche y me hice una siesta: aquello si era gloria! No tenia nada que hacer, solo descansar, así que después bajé a cenar, estuve un rato con el teléfono y me puse a dormir. Esa noche si descansé más y sabía que al día siguiente dejaría de llover, o eso decía la previsión del tiempo.