Madrugué, como de costumbre, y fui a desayunar. Allí me encontré a un grupo de chicos españoles que la noche de antes compartimos un par de frases sobre el viaje y el país. Me di cuenta que amanece más tarde que en España pero también anochece más tarde.

Metí de nuevo todo en la moto y engrasé la cadena antes de emprender rumbo hacia Chouen. La ropa estaba prácticamente seca, eso me ayudó a que las pequeñas gotas que caían de vez en cuando, fueran más light.
Salí camino a la ciudad azul: Chouen. Lo que debía darme bastante prisa y acercarme lo más al desierto pero la carretera volvió a poner piedras en el camino. Estaba todo de obras y a parte, a veces llovía mucho y otras paraba, suerte que el viento había cesado. Os contaré un par de cosas curiosas sobre porqué era lento el camino:
– La policía se pone en las rotondas apuntando con una pistola láser intentando encontrar todo aquel que pase de 50km/h para multarle, una manera muy ridícula de pillar infraganti a alguien, a parte de que se les ve, en las rotondas es evidente que todo el mundo frena…
– Las obras no las desvían. Si hacen un boquete enorme en la carretera, prepárate para dar un salto y cruzalo por el medio como su fuera una pista. Si, surrealista total!
Llegué a la ciudad azul y decidí parar a hacer un té. Mi amigo me comentó que es la mejor manera de que te vigilen la moto, pararte, tomártelo y decirle al camarero que le eche unos vistazos de vez en cuando. Así hice y eso me permitió visitar la medina: increíblemente bonita y segura, un contraste de azules y blancos que se fundían con el cielo grisáceo! Vi que lo que decían no era para tanto, la gente era muy amable o pasaban completamente de ti.

Volví a la moto y al colocar la sobredepósito vi que había perdido tornillos y que en cualquier momento podía salir mi maleta volando. Un chico se me acercó a saludar, hablaba español y me comentó que iba y venia de Terrassa (una ciudad de Barcelona) y fue mi salvación. Me ayudó a encontrar un tornillo para que quedase más fijo y de verdad, le estoy muy agradecida, por ser como son.


Reemprendí mi marcha y me dirigí hacia Fez, cruzando un puerto de monataña y paré a comer en una gasolinera, a que no sabéis que? Un pizza! Si, una pizza típica de las congeladas de supermecado, es todo muy occidental. Ahí me crucé a la gente de Enduro park a los que saludé con los dedos y seguí. Estaba muy feliz porque empezaba a salir el sol y dejaba de llover; me di cuenta que justo empezaba a disfrutar en ese mismo instante del viaje.
Llegué a Fez por algunos trozos de caminos de tierra, los cuales me llevaron a algun pueblo con muchísimos niños que venían corriendo detrás de mi en busca de caramelos, pero lo pasé de largo y continué hacia Azrou.

Una magnífica carretera empezaba, con otro puerto de montaña lleno de curvas y magníficos edificios con camellos, me acercaba al desierto y el país cambiaba de aspecto. Se iba a hacer de noche y en la ciudad de Azrou, busqué hotel: me alojé en el Hotel el Panorama. Era un hotel muy viejo con un señor que hablaba español en la recepción, al que le cogí mucho aprecio y el que ilusionado, le dejé probar mi moto.

No olvidaré el frío que pase aquella noche porque era una zona con horarios de agua caliente, increíble!
Comentarios
Super interesante el aporte!!!